jueves, 26 de marzo de 2015

Se hace camino al andar [Diario Visual - Entrada 2]

En la primera entrada para la asignatura de Procesos (Máster FPELE) comentaba cómo la pizarra y el libro de texto eran las imágenes dominantes en mi experiencia como estudiante de idiomas. 

Sin embargo, a raíz de empezar a estudiar este Máster, he podido constatar que desde hace bastantes años hay un intento por cambiar esa tendencia. La pizarra y el libro de texto son importantes, por supuesto, pero son herramientas, deben ser sólo herramientas. El protagonismo del aprendizaje de idiomas no está (no puede estar) en hacer ejercicios en el libro o en copiar apuntes de la pizarra... el protagonismo debe estar en la interacción y en el uso de aquello que aprender. La enseñanza debe centrarse en el alumno, y eso implica tener en consideración una gran cantidad de factores que ni están plasmados en los libros ni se pueden recoger en una pizarra. 

Por ese motivo he elegido esta imagen como representación de la evolución en mi conocimiento. Si en la anterior el mensaje era que en el aula se aprende a través de la lección, de la pizarra, en esta la pizarra está relegada a un segundo plano, vacía, mientras que el aprendizaje se desarrolla en la interacción de los alumnos, en situaciones reales donde saber o no saber cómo decir algo marcan una diferencia real y tangible (sufrible).


Mi experiencia con el aprendizaje de idiomas en una imagen [Diario Visual - Entrada 1]

Me piden en una asignatura del Máster que comente la foto que me viene a la cabeza al pensar en mi experiencia aprendiendo idiomas... bueno, pues esta es: 


Una pizarra, así es; y he tenido que decidirme entre usar esta o la de un libro de texto... y porque no he encontrado una en la que aparecieran ambos objetos, porque sin duda ambos han sido mis fieles compañeros de viaje en mi larga travesía por el aprendizaje de lenguas. 

Y no estoy hablando de épocas muy remotas... más bien al contrario, el curso 2013 - 2014 estuve realizando un intercambio en Taiwán para ampliar  mis conocimientos de chino. Así pues, desde las primeras clases de inglés en el colegio (en 3º de EGB creo recordar que empecé, casi nada) hasta hace bien poco he estado conviviendo con estos dos clásicos de la enseñanza... ¿Quién me iba a decir a mí que había todo un mundo de innovación ahí fuera? 

lunes, 2 de febrero de 2015

Tecnófilos o tecnófobos...

Hoy toca reflexionar sobre estas dos palabrejas tan de moda en los últimos tiempos... y a mí que no me suena bien ninguna de las dos. Quizá sea porque vivimos en una sociedad de etiquetas, pero nada bueno suele acompañar a las palabras derivadas de filia fobia. Y sí, soy consciente de que etimológicamente no tienen por qué ser negativas, pero las connotaciones están ahí, al acecho, innegables. 

En cualquier caso, y si tengo que entrar en el juego, pues diría que no soy ni lo uno ni lo otro... ¿qué lugar ocupamos los que simplemente usamos la tecnología sin dejarnos controlar por ella? ¿Qué etiqueta nos corresponde? Yo uso mi portátil cada día, tanto para cuestiones académicas, como profesiones, como (las más) lúdicas; también uso el móvil, y otros muchos trastos que, para qué negarlo, son tecnología... pero no soy un enfermo de los gadgets, ni de lo último de lo último, ni de lo mejor... uso lo que necesito y lo que puede pagar mi bolsillo (¿600€ por un móvil? ¡¿Nos hemos vuelto locos!?).

Como nos enseña el daoísmo, se trata de usar las cosas sin dejarse cosificar por ellas1; y qué mágica vigencia tienen esas reflexiones de hace más de 5000 años.


PD: ¿Se puede ser tecnofilofóbico?




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[1] Álvarez, José Ramón (1996) El Tao y el arte del gobierno. Buenos Aires: Editorial Almagesto.