Mi
nombre es Pablo Domínguez, tengo 30 años, vivo en Barcelona y tengo
intención de ser profesor de español como lengua extranjera; se
trata de una profesión actualmente en auge, especialmente en los
países asiáticos que proyectan su expansión económica hacia los
mercados latinoamericanos y europeos, concretamente el español, y
que necesitan formar a los futuros encargados de llevar a cabo tales
proyectos.
Mi
vocación por la enseñanza del español surge hace ya algunos años
a raíz de empezar a estudiar chino; debido a que tuve la oportunidad
de realizar varios intercambios con estudiantes chinos de español,
me vi frecuentemente en la situación de tener que resolver sus dudas
y explicarles ciertos aspectos de la lengua de Cervantes. La
gratificación que me producía ver cómo les ayudaban mis
explicaciones me hizo pensar en dar clases de español, así como
también ver que me desenvolvía con solvencia y me sentía
suficientemente cómodo con la situación; aunque debo reconocer que
en su día lo consideré una opción secundaria, un recurso para
complementar mi principal ocupación, fuese la que fuese (por aquel
entonces aún no lo tenía claro).
Tiempo
después empecé el Grado de Estudios de Asia Oriental en la
Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), donde cursé cuatro años
de chino, entre otras muchas asignaturas; mi objetivo era marchar a
China después de graduarme y buscarme allí la vida. Durante los
años que estuve en la universidad, mis experiencias con los
diferentes profesores de chino que tuve me hicieron reflexionar muy
seriamente sobre la enseñanza de segundas lenguas, sobre las
ventajas y desventajas que suponía tener profesores nativos o no
nativos y, sobre todo, sobre las carencias que yo mismo experimenté
en las clases.
Uno de
los momentos críticos se dio en una clase de Lingüística de las
Lenguas de Asia Oriental, donde,
tras cuestionar los métodos de uno de los libros de texto que se
utilizan en la carrera para enseñar chino, la profesora me dijo algo
como “Si tienes tan claros los problemas y crees que tú
podrías hacerlo mejor, ¿por qué no haces tú mismo un libro?”.
Reconozco que su tono mordaz y jocoso me pico sobremanera, y aunque
sabía que se trataba de una pulla mal intencionada lo cierto es que,
desde ese día, empecé a pensar muy seriamente en dedicarme a la
enseñanza de chino.
Lógicamente
cambié de parecer y más adelante me convencí de que la enseñanza
de ELE era una opción mucho más viable e interesante para mí;
además, muchas de las convicciones que hoy en día tengo como
(proyecto de) profesor están muy relacionadas no sólo con mi
experiencia como estudiante de chino, sino también con mi
experiencia en Taiwán, donde estuve cursando mi último año de
carrera y donde mi vocación terminó de florecer.
Estuve
un curso entero estudiando chino en la Providence University (靜宜大學) de Taiwan, que
tenía un Departamento de Lengua y Literatura Española, con una
carrera de cuatro años y un máster de dos que se centraban en la
lengua y la cultura hispánicas. Allí no sólo conocí a la que,
hasta el momento, ha sido mi mejor profesora de chino (e incluso
diría que la mejor profesora de L2 que yo he visto), sino que
también conocí a muchos profesores del mencionado departamento,
tanto nativos hispanohablantes como taiwaneses que habían cursado
carreras, másteres y doctorados en la materia; también conocí,
como es de suponer, a muchos estudiantes taiwaneses que hablaban
español y con los que realizaba intercambios idiomáticos que
resultaron de lo más revelador.
También
tuve ocasión de trabajar en una academia como profesor de español,
con grupos de varios niveles (un grupo que empezó conmigo, uno de
nivel A2 y otro de nivel B2), lo que me permitió, por un lado, tomar
contacto real con la experiencia docente, convenciéndome de que,
efectivamente, era una actividad a la que podía dedicarme de forma
seria; y, por otro lado, me di cuenta de cómo de importante
resultaba formarse específicamente como profesor, pues muchas de las
situaciones y dudas que se daban en el aula no se podían resolver
por el mero hecho de ser hablante nativo de español.
Así pues, y gracias a los
consejos de los diferentes profesores que conocí en Taiwán, tanto
en la universidad como en la propia academia, terminé por decidirme
a cursar el Master en Formación de Profesores de Español comoLengua Extranjera en la Universidad de Barcelona (en conjunto con la
Universidad Pompeu Fabra), con el que espero poder construir una base sólida para mi desempeño como docente.
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